El 20 de septiembre de 2017 el Huracán María, el peor desastre natural que ha azotado a Puerto Rico en la historia moderna, tocó tierra. Este año, unos días antes del quinto aniversario de la tormenta, el Huracán Fiona azotó a Puerto Rico impactando con mayor fuerza la costa sur y oeste de la isla.
Fiona, un huracán de categoría uno, provocó inundaciones, deslizamientos de tierra y carreteras colapsadas. Tras la tormenta, parece que la historia se repite: apagones, largas filas para acceder a recursos esenciales como agua, alimentos y gasolina, y negligencia del gobernador, Pedro Pierluisi, y otros líderes de agencias gubernamentales.
A menudo, las agencias gubernamentales argumentan que la complicada topografía de Puerto Rico atropella su respuesta a emergencias. Sin embargo, para las redes de apoyo mutua que nacieron a raíz del Huracán María, los sismos de enero 2020 y la pandemia no hay desafío topográfico que no pueda ser superado para cocinar una comida caliente para sus comunidades.
"Creo que el apoyo mutuo es lo que nos ha sostenido, porque el gobierno nos abandonó hace mucho tiempo," dice Yira Rodríguez Martínez, de 33 años, quien es parte de la iniciativa Huerto Callejón Trujillo, un espacio comunitario rescatado en Ponce donde siembran, realizar talleres educativos y cocinan en comunidad. Cada vez que organizan una actividad, se esfuerzan por cocinar juntos. Esta vez fue igual.
El sábado, personas de toda la isla se dirigieron a la comunidad de Ponce Playa para traer aguacates, plátanos, platos e incluso instrumentos. Todos los que pasaban asumían una tarea: cocinaban, atendían a los niños ofreciéndoles un espacio para dibujar y jugar, y repartían sancocho puerta a puerta.
"La idea de hacer el sancocho es que podamos sentarnos a conversar con los vecinos, enterarnos de lo que está pasando, porque aunque el huracán nos tenga en estas circunstancias, sabemos que esto es algo persistente. Esto es como construir una red, desde la raíz, no solo entrando y saliendo, sino creando un núcleo," dice ella.
En Pozuelo, Guayama, TropiShack, una pequeño kiosko de acai y batidos, se ha convertido en un comedor comunitario. Nicolás Matta Cordero, de 31 años, y Cristina Muñoz Laboy, de 28, fueron contactados la semana pasada por Chef Pau Rocio quien buscaba un espacio para impactar a las comunidades más afectadas por el huracán en la costa sur de la isla. Desde entonces se han convertido en un centro de intercambio de recursos en Guayama y en un comedor para los residentes de Guayama, Salinas, Arroyo, Patillas y cualquiera que llegue al espacio.
"Creo que cocinar una comida une a todos," dice Cordero, "obtener los ingredientes, preparar la comida y distribuirla se hace en comunidad." Laboy está de acuerdo y considera estas iniciativas como una práctica de sanación colectiva. "Creo que para sanar realmente necesitamos hacerlo colectivamente. Si puedo ayudarte, hagámoslo, si no puedo ayudarte, busquemos a alguien que pueda. Mutuamente tenemos que tener espacio el uno para el otro," dice ella.
Tras el primer acercamiento de Rocío la semana pasada, Cordero y Laboy han seguido movilizando alimentos y recursos a través de sus redes sociales. No han dejado de recibir solicitudes para el uso de espacio, donaciones e información. Desde entonces, han estado abriendo su cocina todos los días para cocineros y comunidades de toda la isla. Su esperanza es continuar expandiendo estas redes creando un espacio donde los vecinos puedan reunirse y aprender sobre las necesidades de cada uno.
En el extremo oeste de la isla, en Aguadilla, Lorraine Arroyo Román, de 28 años, repartió asopao durante una protesta contra LUMA Energy, la empresa eléctrica responsable de la distribución y transmisión de energía en Puerto Rico. "Mi forma de comunicar y demostrar lo que creo es a través de la comida," dice Román.
Después del Huracán María, los puertorriqueños experimentaron el segundo apagón más largo jamás registrado y, en meses anteriores, bajo la administración de LUMA Energy, los clientes continuaron experimentando apagones y daños a equipos eléctricos. A raíz del Huracán Fiona, la isla se quedó nuevamente sin electricidad y el 44 % de los clientes, incluidos hospitales y otras clínicas médicas, siguen sin energía eléctrica.
"¿Qué mejor apoyo que ofrecer una comida caliente a la gente que se arriesga para exigir mejores condiciones de vida? Es innecesario que no tengamos energía electrica en este momento. Mucha gente tiene estufas eléctricas y no tiene acceso a una estufa de gas para cocinar una comida caliente. La comida es sustento y es necesaria todos los días. El acceso a los alimentos es una cuestión de vida o muerte," dice Román.
Entre cánticos de protesta y discursos por el megáfono, Román sirvió pan, asopao y agua a todos los que se acercaron a su mesa. Les instó a llevar las sobras para cuando les dé hambre al amanecer, para sus vecinos y para los demás familiares en casa.
Comer es crear comunidad. Al final se traza un mapa, un paisaje de redes. La topografía de la isla se transforma según los intercambios de comidas calientes.