Read this story in English here.
En febrero,ónicasalamandramexicanaimplícasalvarunodeloshumedalesmásimportantesdelpaí una multitud se reunió alrededor del lago Xochimilco en la Ciudad de México para presenciar la liberación de las endémicas salamandras llamadas ajolotes, anfibios culturalmente venerados en riesgo de extinción por la contaminación del lago.
Luego de una ceremonia ritual con flautas prehispánicas e incienso, los alcaldes de diferentes municipios de la ciudad arrojaron al lago seis ajolotes criados en cautiverio para declarar su compromiso con la preservación de la especie y su hábitat.
Pero Óscar Camacho Flores, fundador de la organización nacional civil Preservacf A.C., lo calificó como “una ceremonia para sacrificar más bien, no para pedir por la salvación porque era obvio que iban a morir”.
A finales del mes pasado, Camacho presentó una demanda en la Fiscalía General de la República contra José Carlos Acosta Ruiz, alcalde de la comunidad de Xochimilco, por acciones ambientales ilegales y crueldad animal, dada la contaminación en el lago Xochimilco. No tenían los permisos ambientales requeridos, declara Camacho, ni tampoco siguieron los protocolos sugeridos para liberar a los ajolotes. Acosta Ruiz no respondió a la solicitud de entrevista.
Pero la batalla para salvar al ajolote toca un tema más amplio: salvar a uno de los humedales más controversiales del país.
El lago Xochimilco es el único lago remanente de los cinco que alguna vez formaron la cuenca lacustre del Valle de México, un área de canales y sembradíos flotantes que comprenden más de 6,000 acres de humedales protegidos en la punta sur de la Ciudad de México. También alberga las últimas chinampas, pequeñas islas rectangulares construidas por primera vez por los aztecas para la agricultura hace siglos a base de sauces, lirios y barro.
El lago también sirve como refugio para aves migratorias como pelícanos y garzas. Es el hogar del 2 por ciento de la diversidad biológica del mundo: alrededor de 1700 especies de plantas, 57 especies de reptiles, 320 especies de aves, 70 especies de mamíferos y 20 especies de anfibios. Más de 250 de estas especies son endémicas, incluido el ajolote. Esta salamandra es un ícono cultural tan grande entre los mexicanos que el Banco de México la imprimió en el billete de 50 pesos de la nación.
Originalmente rico en agua dulce y biodiversidad, el lago Xochimilco ha sido reducido a unos pocos canales de agua debido al crecimiento urbano irregular, ya que el gobierno lo usa para satisfacer las necesidades hídricas de la ciudad en crecimiento.
Para contrarrestar el desequilibrio que la extracción excesiva de agua ha tenido sobre el ecosistema del lago, el gobierno comenzó a inyectar agua de calidad secundaria desde una planta de tratamiento en el Cerro de la Estrella en la década de 1970.
Casi al mismo tiempo, el gobierno mexicano decidió introducir la carpa y la tilapia, especies exóticas invasoras que se alimentan del ajolote, como medio de subsistencia para la población local. Ahora los expertos reportan la presencia de coliformes fecales, estreptococos y enterococos, metales pesados y disruptores endocrinos, entre otros contaminantes.
“Imagínate la calidad de ese pescado porque […] todos los contaminantes que hay en el agua se van al animal”, dice Felipe Barrera, de 46 años, un agricultor de chinampas local que ha sido testigo de la devastación del lago a lo largo de su vida. “Todavía mi padre me hablaba de que se podía nadar [en el lago], de los pescados que había, que te los podías comer con toda la confianza”. El lago se seca cada vez más cada año que pasa, agregó. “Cada año se ve que baja, y baja y baja. No sabemos hasta cuándo va a parar esto”.
Si las cosas no cambian, el lago no solo estará contaminado, sino que podría desaparecer para 2050, con consecuencias ambientales catastróficas.
“Si perdemos toda el agua de Xochimilco aumentaría en promedio dos grados centígrados la temperatura de la ciudad”, dijo Luis Zambrano, investigador en ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México, cuyo trabajo se enfoca en restaurar Xochimilco y salvar al ajolote.
El gobierno mexicano ha disminuido consistentemente su presupuesto ambiental, de $73 mil millones de pesos Mexicanos (poco más de $4 mil millones de dólares estadounidenses) en 2013 a $29 mil millones de pesos ($1,5 mil millones de dólares) en 2020 . Actualmente, el presupuesto se ha incrementado a alrededor de $40 mil millones de pesos (1,8 mil millones de dólares), pero aún no es suficiente para enfrentar los desafíos ambientales del país.
Mientras tanto, a finales del año pasado, el gobierno de la Ciudad de México completó la construcción de un puente que dividió el humedal de Xochimilco, fragmentando su flujo hidrológico.
Las inequidades sociales y las dificultades económicas que enfrentan los xochimilcas llevaron a Zambrano a implementar el proyecto Refugio Chinampa en 2018. Sabía que cuidar las chinampas y limpiar el agua del lago daría paso al regreso del ajolote y otras especies, como el pez acocil y charal, por lo que solicitó la ayuda de los chinamperos locales como Barrera.
Hasta el momento, se han restaurado hasta 40 chinampas aisladas entre sí, con aproximadamente cinco kilómetros de espacio de refugio para el ajolote. Zambrano quiere restaurar más en el futuro para crear una red de canales limpios, aunque le preocupa el financiamiento.
Hasta la fecha, el proyecto ha sido financiado principalmente por la Secretaría de Cultura de México, que se empezó a preocupar por Xochimilco después de que fue incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1987. La secretaría comenzó dando alrededor de $7 millones de pesos anuales ($318,000 de dólares) al principio, luego redujo esa cantidad a un poco más de $5 millones de pesos ($227,000 dólares). A veces, el gobierno de Xochimilco también contribuye, pero en cantidades mucho menores.
“Necesitamos 10 veces más para empezar a llamar más chinamperos porque todo se va a que el chinampero viva dignamente”, dijo Zambrano. Pero las nuevas generaciones de agricultores no están tan interesadas en seguir trabajando en las chinampas, dijo, por la dificultad de mantenerlas en un ambiente contaminado y las duras condiciones en las que tendrían que vivir.
Irónicamente, ayudar a los lugareños a restaurar sus chinampas y vivir de ellas es clave para salvar al ajolote y al lago. Este sistema de agricultura mejora la calidad del agua porque los alimentos se producen sin fertilizantes ni pesticidas. Además, Zambrano instala filtros que limpian el agua.
Su trabajo también ayuda a detener el desarrollo urbano excesivo en el lago y puede convertir a las chinampas en una fuente sostenible de alimentación para la Ciudad de México. Mientras tanto, las chinampas brindan un refugio al ajolote y otras especies. “El ajolote es el abanderado, por así decirlo, de toda la tropa que vive en la chinampa”, dijo Barrera.
Pero la liberación del ajolote debe hacerse adecuadamente, con los permisos y la investigación apropiados. “Un proceso de reintroducción tiene que estar súper bien planeado, sobre todo una especie en peligro de extinción”, dijo Zambrano. Esto implica seguir las regulaciones ambientales de México y los protocolos internacionales de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que ha incluido al ajolote en su categoría de especie en peligro crítico.
Lo que hicieron los alcaldes al liberar el ajolote en febrero no fue nuevo, dijo Zambrano. Dijo que ha visto a otras personas criar ajolotes sin los permisos ambientales necesarios, y realizan la ceremonia de reintroducción como una forma de atraer a personas y turistas, con claras consecuencias para la especie.
“Lo que he visto es que hay muchos cadáveres de ajolotes al lado de ese lugar” donde los han soltado, dijo. “Cuando paso, pienso, ‘Ah, hubo una ceremonia’”.
No está claro en este momento qué acción, si es que alguna, tomarán las autoridades en respuesta a la liberación de los ajolotes por parte de los alcaldes en febrero. El Índice Global de Impunidad Ambiental México 2020 mostró que el país tiene “políticas ambientales frágiles y capacidades institucionales insuficientes para proteger los ecosistemas”.
Y mientras más tiempo pasa, más desconectadas se sienten las personas del ajolote y otras especies en peligro de extinción porque las nuevas generaciones no han tenido la oportunidad de verlas de cerca, dijo Camacho.
Saben de ellos y los reconocen como íconos nacionales, pero hasta que no los toquen o los vean en persona, no podrán sentir realmente su pérdida, dijo, y agregó: “el tema es que lo toques, el tema es que te nazca un sentimiento de protección hacia el animal”.
Según una leyenda mexicana, si el ajolote se extingue, la humanidad se extinguirá. Aunque esto es solo un mito, para Barrea —y los chinamperos y el pueblo mexicano— representa una verdad.
Barrera dijo que la extinción del ajolote y de Xochimilco sería como perder su identidad, perder su historia y perder sus raíces. “Es como si muriera otra vez tu abuelo, o como si murieran otra vez tus antepasados”, dijo Barrera. “Y duele, porque Xochimilco está enfermo”.